Lenin sobre la Cuestión de la Mujer
Pasajes del libro Recuerdos sobre Lenin de la dirigente comunista alemana Clara Zetkin, una entrevista que ella le hizo en Moscú en el otoño de 1920.
Lenin sobre la Cuestión de la MujerLos siguientes pasajes son del libro Recuerdos sobre Lenin de Clara Zetkin, una entrevista que ella le hizo en Moscú en el otoño de 1920. Reimpreso de Lenin, La emancipación de la mujer, Editorial Progreso, Moscú, 1971.“Por eso es totalmente justo que presentemos reivindicaciones en favor de la mujer. Esto no es un programa mínimo, no es un programa de reformas en el espíritu socialdemócrata, en el espíritu de la II Internacional. Esto no es el reconocimiento de que creamos en la eternidad o al menos en una existencia prolongada de la burguesía y de su Estado. Tampoco es un intento de apaciguar a las masas femeninas con reformas y desviarlas de la lucha revolucionaria. Esto no tiene nada de común con las supercherías reformistas. Nuestras reivindicaciones se desprenden prácticamente de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que sufre la mujer, débil y desamparada bajo el régimen burgués. Con esto testimoniamos que conocemos estas necesidades, que comprendemos igualmente la opresión de la mujer, que comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos —sí, odiamos— y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la esposa del obrero, a la campesina, a la esposa del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de la clase acomodada. Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no con adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica”. Aseguré a Lenin que compartía su punto de vista, pero que, indudablemente, este punto de vista encontraría resistencia. Mentes inseguras y medrosas lo rechazarían como “oportunismo peligroso”. Tampoco se debe negar que nuestras actuales reivindicaciones para la mujer pueden ser comprendidas e interpretadas equivocadamente. “¡Qué le vamos a hacer!”, exclamó Lenin, algo irritado. “Este peligro se extiende a todo cuanto decimos y hacemos. Si por temor a él vamos a abstenernos de actos convenientes y necesarios, podemos convertirnos sencillamente en místicos contemplativos indios. ¡Nada de moverse, nada de moverse, no sea que caigamos desde la altura de nuestros principios! En nuestro caso no se trata sólo de lo que exijamos, sino de cómo hagamos esto. Yo creo que lo he subrayado con suficiente claridad. Como es lógico, en nuestra propaganda no debemos repasar en actitud orante las cuentas del rosario de nuestras reivindicaciones para la mujer. No, en dependencia de las condiciones existentes debemos luchar ora por unas reivindicaciones, ora por otras, luchar, naturalmente, siempre en relación con los intereses generales del proletariado. “Como es lógico, cada combate nos pone en contradicción con la honorable camarilla burguesa y sus no menos honorables lacayos reformistas. Ello obliga a estos últimos bien a luchar a nuestro lado, bajo nuestra dirección —cosa que ellos no quieren—, bien a quitarse la máscara. Por tanto, la lucha hace que nos destaquemos con relieve, pone de manifiesto nuestro perfil comunista. La lucha nos granjea la confianza de las amplias masas femeninas, que se sienten explotadas, esclavizadas, agobiadas por el dominio del hombre, por el poder de los patrones y por toda la sociedad burguesa en su conjunto. Las trabajadoras, traicionadas y abandonadas por todos, comienzan a comprender que deben luchar junto con nosotros. ¿Debemos aún persuadirnos unos a otros de que la lucha por los derechos de la mujer tiene que estar vinculada con el objetivo fundamental: con la conquista del Poder y la instauración de la dictadura del proletariado? Esto es para nosotros en los momentos actuales y seguirá siendo la esencia. Esto es claro, completamente claro. Pero las amplias masas femeninas trabajadoras y populares no sentirán el anhelo irresistible de compartir con nosotros la lucha por el Poder del Estado si siempre trompeteamos exigiendo esta sola reivindicación, aunque sea con las trompetas de Jericó. ¡No, no! También en la conciencia de las masas femeninas debemos vincular políticamente nuestro llamamiento con los sufrimientos, las necesidades y los deseos de las trabajadoras. Estas deben saber que la dictadura proletaria significa para ellas la plena igualdad de derechos con el hombre tanto ante la ley como en la práctica, en la familia, en el Estado y en la sociedad, así como también el derrocamiento del poder de la burguesía”.“¡La Rusia Soviética está demostrando esto”, exclamé, “y nos servirá de gran ejemplo!”Lenin prosiguió:“La Rusia Soviética plantea nuestras reivindicaciones para la mujer bajo un aspecto nuevo. En la dictadura del proletariado esas reivindicaciones ya no son objeto de lucha entre el proletariado y la burguesía, sino que son ladrillos para la edificación de la sociedad comunista. Esto muestra a las mujeres de más allá de nuestras fronteras la importancia decisiva de la conquista del Poder por el proletariado. La diferencia entre su situación aquí y allí debe ser establecida con precisión, para que ustedes puedan contar con las masas femeninas en la lucha de clase revolucionaria del proletariado. Saber movilizarlas con una clara comprensión de los principios y sobre una firme base organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y la victoria del Partido Comunista. Pero no debemos engañarnos. En nuestras secciones nacionales no existe todavía una comprensión cabal de este problema. Nuestras secciones nacionales mantienen una actitud pasiva y expectante ante la tarea de crear bajo la dirección comunista un movimiento de masas de las trabajadoras. No comprenden que desplegar ese movimiento de masas y dirigirlo constituye una parte muy importante de toda la actividad del Partido, incluso la mitad del trabajo general del Partido. El reconocimiento, a veces, de la necesidad y del valor de un potente movimiento femenino comunista, que tenga ante sí un objetivo claro, es un reconocimiento platónico de palabra, y no una preocupación y un deber constantes del Partido.“Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés. ¿En qué se basa esta posición errónea de nuestras secciones nacionales? (No hablo de la Rusia Soviética.) En definitiva, esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo. Eso es. Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: `Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo'. Naturalmente, es preciso escarbar en el punto sensible: en su psicología con relación a la mujer. ¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hombres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; cómo se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae la voluntad? Naturalmente, no aludo a las damas burguesas, que encomiendan todos los quehaceres domésticos, incluido el cuidado de los niños, a personas asalariadas. Todo lo que digo se refiere a la inmensa mayoría de las mujeres, comprendidas las mujeres de los obreros, aunque se pasen todo el día en la fábrica y ganen su salario.“Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar `a la mujer en su trabajo'. No lo hacen, por considerarlo reñido con `el derecho y la dignidad del marido'. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada.... Conozco la vida de los obreros, y no sólo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el Partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas —hombres y mujeres— que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del Partido entre las trabajadoras”.A mi pregunta sobre las condiciones existentes en la Rusia Soviética, Lenin contestó:“El Gobierno de la dictadura del proletariado, en alianza, naturalmente, con el Partido Comunista y los sindicatos, hace todos los esfuerzos necesarios para superar las concepciones atrasadas de los hombres y las mujeres y acabar así como la base de la vieja psicología no comunista. Huelga decir que se ha efectuado la plena igualdad de derechos del hombre y la mujer en la legislación. En todas las esferas se observa un deseo sincero de llevar a la práctica esta igualdad. Estamos incorporando a las mujeres al trabajo en la economía soviética, en los organismos administrativos, en la legislación y en la labor del gobierno. Les estamos abriendo las puertas de todos los cursos y centros docentes para elevar su preparación profesional y social. Estamos creando diversos establecimientos públicos: cocinas y comedores, lavaderos y talleres de reparación, casas-cuna, jardines de niños, orfanatos y todo género de establecimientos educativos. En una palabra, estamos aplicando de verdad la reivindicación de nuestro programa de transmitir las funciones económicas y educativas de la vida doméstica individual a la sociedad. De este modo, la mujer es liberada de la vieja esclavitud doméstica y de toda dependencia del marido. Se le brinda la plena posibilidad de actuar en la sociedad de acuerdo con sus capacidades e inclinaciones. En cuanto a los niños, se les ofrecen condiciones más favorables para su desarrollo que las que pudieran tener en casa. En nuestro país existe la legislación más avanzada del mundo en lo que atañe a la protección del trabajo femenino. Delegados de los obreros organizados la llevan a la práctica. Estamos organizando casas de maternidad, casas para la madre y el niño, consultorios para las madres, organizamos cursos para aprender a cuidar a los niños de pecho y de corta edad, exposiciones sobre la protección de la maternidad y de la infancia, etc. Hacemos los mayores esfuerzos para satisfacer las necesidades de la mujeres cuya situación material no está asegurada y de las trabajadoras en paro forzoso. “Sabemos muy bien que todo esto es todavía poco en comparación con las necesidades de las masas femeninas trabajadoras, que esto es aún completamente insuficiente para su efectiva emancipación. Pero esto representa un paso gigantesco hacia adelante con respecto a lo que existía en la Rusia zarista, capitalista. Esto es incluso mucho en comparación con lo que se hace allí donde el capitalismo ejerce aún su dominio absoluto. Este es un buen comienzo. El rumbo es acertado, y lo seguiremos de manera consecuente, con toda nuestra energía. Ustedes, en el extranjero, pueden estar seguros de ello. Cada día de existencia del Estado soviético nos hace ver con más claridad que no avanzaremos sin la participación de millones de mujeres. Figúrese lo que esto significa en un país donde el 80% de la población por lo menos, son campesinos. La pequeña hacienda campesina significa la economía doméstica individual y el sometimiento de la mujer a ella. En este sentido, la situación será para ustedes mucho mejor, las cosas les serán más fáciles que a nosotros, naturalmente, a condición de que vuestras masas proletarias tomen conciencia de su madurez histórica objetiva para la conquista del Poder, para la revolución. No desesperemos. Nuestras fuerzas crecen junto con las dificultades. La necesidad práctica hará que encontremos nuevos caminos en lo que se refiere a la emancipación de las masas femeninas. Unida al Estado soviético la solidaridad fraternal llevará a cabo grandes empresas. Naturalmente, la solidaridad fraternal en el sentido comunista, y no en el sentido burgués en que la predican los reformistas, cuyo entusiasmo revolucionario se ha evaporado como un vinagre barato. A la par de la solidaridad fraternal debe manifestarse la iniciativa personal, que se transforma en actividad colectiva y se funde con ella. Bajo la dictadura del proletariado, la emancipación de la mujer mediante la realización del comunismo tendrá lugar también en el campo. En este sentido, cifro todas mis esperanzas en la electrificación de nuestra industria y de nuestra agricultura. ¡Esta es una obra grandiosa! Las dificultades que ofrece son grandes, gigantescas. Para remontarlas es necesario desplegar y educar las poderosas fuerzas de las masas. Millones de mujeres deben participar en esto”.Durante los diez minutos últimos llamaron dos veces a la puerta, pero Lenin continuó hablando. Al llegar aquí, abrió la puerta y dijo en voz alta:“¡Ahora voy!”...Lenin me ayudó a ponerme el abrigo:“Debía usted abrigarse mejor”, me dijo preocupado. “Moscú no es Stuttgart. Hay que mirar por usted. No se enfríe. Hasta la vista”.Me estrechó fuertemente la mano.--------------------------- Lenin-Zetkin La mujerPresentaciónEn una carta a Ludwig Kugelmann”, del 12 de diciembre de 1868, Carlos Marx le decía: “ Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino.” La importancia del movimiento de mujeres ha sido una constante de los grandes maestros del marxismo. Al respecto, también escribió Mao Tsetung: “La emancipación de la mujer trabajadora es inseparable de la victoria de su clase entera. Logrará su verdadera emancipación solo cuando sea victoriosa su clase. (...) La mujer representa la mitad de la población. La condición económica de la mujer trabajadora y la opresión que padece, como nadie, demuestra que la mujer necesita urgentemente la revolución, y que es una fuerza que ha de determinar la victoria o la derrota de la revolución. (...) Cuando las mujeres se levanten por todo el país, será el día de la victoria de la revolución China.” ( Aquí reproducimos un discurso de Lenin pronunciado en una conferencia de trabajadoras sin partido, realizada en Moscú el 23 de setiembre de 1919, en la Rusia cercada e invadida entonces por las fuerzas imperialistas, que buscaban derrocar el poder de los trabajadores instaurado en 1917. También reproducimos el extracto referido al tema de su artículo “Una gran iniciativa”, del 28 de junio de 1919, y extractos de las opiniones que Lenin le diera en 1920 a Clara Zetkin, quien tenía el encargo de redactar las tesis sobre la tarea de los comunistas entre las mujeres para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista. V. I. Lenin Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética 23 de septiembre de 1919Querría decir algunas palabras acerca de las tareas generales del movimiento obrero femenino en la República Soviética, tanto de las que guardan relación con el paso al socialismo en general, como de las que ahora se destacan en primer plano con una fuerza especial. El problema de la situación de la mujer, camaradas, ha sido planteado por el poder soviético desde el primer momento. Me parece que la tarea de todo Estado obrero en su paso al socialismo tiene un doble carácter. La primera parte de esta tarea es relativamente fácil y sencilla. Se refiere a las viejas leyes que colocaban a la mujer en una situación de inferioridad jurídica con respecto al hombre. Desde hace mucho tiempo, los representantes de todos los movimientos emancipadores de Europa occidental formularon a lo largo, no ya de décadas, sino de siglos, la reivindicación de abolir las leyes caducas y de equiparar legalmente la mujer al hombre, pero sin que ni uno solo de los países democráticos europeos, ni una sola de las repúblicas más adelantadas, lograse realizarlo; porque allí donde existe el capitalismo, donde se mantiene en pie la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas y plantas industriales, donde persiste el poder del capital, siguen conservando los hombres los privilegios. Y si en Rusia fue posible lograr aquel anhelo, se debió a que el 25 de octubre de 1917 se implantó en nuestro país el poder obrero. El poder soviético se planteó desde el primer momento el objetivo de ser el poder de los trabajadores, enemigo de toda explotación. Se señaló la tarea de acabar con toda posibilidad de explotación de los trabajadores por parte de los terratenientes y capitalistas, de liquidar la dominación del capital. El poder soviético se propuso como objetivo lograr que los trabajadores construyan su propia vida sin propiedad privada sobre la tierra, sin propiedad privada sobre las fábricas y plantas industriales, sin esa propiedad privada que en todas partes, en el mundo entero, incluso bajo el régimen de plena libertad política, incluso en las repúblicas más democráticas, coloca de hecho a los trabajadores en condiciones de miseria y esclavitud asalariada, y a la mujer bajo una doble esclavitud. El poder soviético, como poder de los trabajadores, implantó legislativamente, ya durante los primeros meses de su existencia, los cambios más radicales con respecto a la mujer. La República Soviética no dejó piedra sobre piedra de las leyes que colocaban a la mujer en una situación de sometimiento. Y al decir esto me refiero en particular a las leyes que aprovechaban especialmente la situación más débil de la mujer, para privarla de derechos y colocarla con frecuencia en condiciones humillantes; es decir, a las leyes sobre el divorcio, los hijos ilegítimos y el derecho de la mujer a demandar judicialmente al padre del niño para que asegure su sustento. Es precisamente en este campo, hay que decirlo, donde la legislación burguesa, incluso en los países más adelantados, se aprovecha de la situación de mayor debilidad de la mujer, para privarla de derechos y humillarla. Pues bien, el poder soviético, en este terreno, no ha dejado ni la sombra de las viejas leyes, leyes injustas e intolerables para los representantes de las masas trabajadoras. Y hoy podemos afirmar con todo orgullo y sin ninguna clase de exageración, que fuera de la Rusia soviética no hay país alguno en el mundo en que la mujer goce de plenitud de derechos y se halle libre de esas condiciones humillantes que resaltan de modo particularmente sensible en la vida cotidiana y familiar. Ha sido esta una de las primeras y más importantes tareas que hemos abordado. Si tienen ustedes la oportunidad de tomar contacto con partidos enemigos de los bolcheviques, o llegan a sus manos periódicos editados en ruso en los territorios ocupados por Kolchak o Denikin, o hablan con quienes apoyan los puntos de vista defendidos por estos periódicos, escucharán o leerán la acusación dirigida contra el poder soviético de que ha atentado contra la democracia. A nosotros, representantes del poder soviético, bolcheviques comunistas y partidarios de este poder, se nos acusa constantemente de haber atentado contra la democracia, y en apoyo de esta afirmación se alega que el poder soviético ha disuelto la Asamblea Constituyente. Solemos contestar a esta acusación del modo siguiente: esa democracia y esa Asamblea Constituyente que surgieron bajo el régimen de la propiedad privada sobre la tierra, cuando los hombres no eran iguales entre sí, cuando quienes poseían un capital propio eran los dueños y los demás eran trabajadores esclavos asalariados a su servicio; esa democracia para nosotros no vale nada. Semejante democracia no es, hasta en los Estados más adelantados, otra cosa que un modo de encubrir la esclavitud. Nosotros, socialistas, somos partidarios de la democracia solo en la medida en que hace menos penosas las condiciones de vida de los trabajadores y los oprimidos. El socialismo se propone, en el mundo entero, luchar contra toda explotación del hombre por el hombre. Para nosotros solo tiene un significado auténtico la democracia que sirve a los explotados, a quienes se hallan colocados en situación de desigualdad. Privar de derechos electorales a quienes no trabajan, es implantar la verdadera igualdad entre los hombres. Quien no trabaja no debe comer. En respuesta a tales acusaciones, señalamos que hay que preguntarse como se realiza la democracia en tales o cuales Estados. En todas las repúblicas democráticas vemos como se proclama la igual, pero también como en las leyes civiles y en las que se refieren a los derechos de la mujer, a su situación en la familia, al divorcio, a cada paso la mujer se halla en una situación de inferioridad y humillación, y decimos que esto sí es un atentado contra la democracia, y precisamente contra los oprimidos. El poder soviético realizó la democracia más que ningún otro país, incluyendo a los más adelantados, al no dejar en sus leyes ni el menor vestigio de la desigualdad de la mujer. Repito que ni un solo Estado, ni una sola legislación democrática, hicieron por la mujer ni la mitad de lo que hizo el poder soviético ya en los primeros meses de su existencia. Claro está que las leyes por sí solas no bastan, y en modo alguno nos damos por satisfechos con nuestros decretos. Pero en el terreno de la legislación hemos hecho cuanto de nosotros dependía para equiparar la situación de la mujer a la del hombre, y podemos enorgullecernos de ello con todo derecho. Actualmente, la situación de la mujer en la Rusia soviética es tal, que sen la puede considerar ideal, incluso desde el punto de vista de los Estados más adelantados. Sin embargo, decimos que no es, por supuesto, más que el comienzo. Todavía la situación de la mujer sigue siendo penosa debido a sus tareas domésticas. Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la mujer ocupará el mismo lugar que el hombre. Claro está que aquí no hablamos de igualar a la mujer con el hombre en lo que se refiere a la productividad del trabajo, la cantidad de trabajo, la duración de la jornada, las condiciones de trabajo, etc.; sostenemos que la mujer no debe, a diferencia del hombre, ser oprimida a causa de su posición en el hogar. Todas ustedes saben que incluso cuando las mujeres gozan de plenos derechos, en la práctica siguen esclavizadas, porque todas las tareas domésticas pesan sobre ellas. En la mayoría de los casos las tareas domésticas son el trabajo más improductivo, más embrutecedor y más arduo que pueda hacer una mujer. Es un trabajo extraordinariamente mezquino y no incluye nada que de algún modo pueda contribuir al desarrollo de la mujer. En la búsqueda del ideal socialista, luchamos por la realización total del socialismo, y en este camino se abre un amplio campo de acción para la mujer. Nos disponemos ahora a emprender concretamente la tarea de desbrozar el terreno para la construcción del socialismo, y la edificación de la sociedad socialista solo comienza allí donde, después de haber logrado la igualdad completa de la mujer, abordamos las nuevas labores junto a ella, libre y de esas faenas mezquinas, embrutecedoras e improductivas. Y estas labores nos ocuparán durante muchos, muchísimos años. Esta tarea no puede rendir resultados rápidos ni traducirse en efectos brillantes. Creamos instituciones modelo, comedores colectivos y casas cuna, para liberar a la mujer de las faenas domésticas. Y es precisamente a las mujeres a quienes corresponden en primer lugar los trabajos relacionados con la organización de estas instituciones. Es preciso reconocer que Rusia cuenta todavía con muy pocas instituciones de este tipo que ayuden a la mujer a liberarse de su papel de esclava doméstica. Funcionan un número realmente insignificante de instituciones de esta clase, y las condiciones en que en la actualidad se halla la República Soviética –tanto en el terreno militar como en lo tocante a abastecimientos, de los que ya les han hablado aquí en detalle otros camaradas– entorpecen nuestra labor en este sentido. Debemos decir, sin embargo, que esta clase de instituciones, que liberan a la mujer de su papel de esclava del hogar, están surgiendo donde existe la más pequeña posibilidad para ello. Decimos que la emancipación de los obreros debe ser lograda por los obreros mismos, y ocurre otro tanto con la emancipación de las mujeres trabajadoras: debe ser fruto de su propio esfuerzo. Las trabajadoras deben preocuparse de desarrollar las instituciones a que nos referimos, y esta actividad de la mujer conducirá a hacer cambiar radicalmente la situación que ocupaba en la sociedad capitalista. Para poder intervenir en política, en el viejo régimen, capitalista, se requería una preparación especial, de modo que el papel de las mujeres en la vida política era insignificante incluso en los países capitalistas más avanzados y libres. Nuestra tarea es lograr que la política sea accesible a toda mujer trabajadora. Desde el momento en que fue abolida la propiedad privada de la tierra y de las fábricas, y derrocado el poder de los terratenientes y capitalistas, las tareas políticas se volvieron sencillas, claras y comprensibles para todos los trabajadores, incluyendo a las mujeres trabajadoras. En la sociedad capitalista la situación de la mujer se caracteriza por una desigualdad tal, que su participación en política solo representa una mínima parte de la del hombre. Para que se produzca un cambio en esta situación es necesario el poder de los trabajadores, pues entonces las principales tareas de la política consistirán en asuntos directamente relacionados con el destino de los trabajadores mismos. Y en este punto se debe contar con la participación de las mujeres trabajadoras, no solo las del partido, las que tiene un grado elevado de conciencia, sino también las sin partido y las menos concientes. El poder soviético abre aquí un amplio campo de actividades para la mujer trabajadora. Hemos tenido que luchar muy duramente contra las fuerzas enemigas de la Rusia soviética, que han lanzado una campaña contra ella. La lucha fue dura, tanto en el terreno militar, frente a las fuerzas que desencadenan la guerra contra el poder de los trabajadores, como en el terreno del abastecimiento, contra los especuladores, pues no disponemos de un número suficiente de hombres, de trabajadores, que nos ayuden por todos los medios con su propio trabajo. Y en esto nada puede apreciar tanto el poder soviético como la ayuda de la amplia masa de las mujeres trabajadoras sin partido. Que no olviden ellas que quizás, en la vieja sociedad burguesa, la actividad política requería una complicada preparación, fuera del alcance de la mujer. Pero la actividad política de la República Soviética plantea como tarea fundamental la lucha contra los terratenientes y capitalistas, la lucha por acabar con la explotación, razón por la cual la República Soviética abre las puertas de la actividad política a la mujer trabajadora, para que ésta, con su capacidad organizativa, ayude al hombre. No solo necesitamos un trabajo organizativo en escala de millones. Necesitamos asimismo organizar en escala más pequeña, que dé también la posibilidad de trabajar a las mujeres. La mujer puede trabajar también bajo las condiciones de guerra, en labores relacionadas con la ayuda al ejército y la agitación dentro del mismo. Debe tomar parte activa en todas estas tareas, para que el Ejército Rojo vea que velan por él, que se preocupan por él. Y puede trabajar asimismo en el abastecimiento, en la distribución de los productos y en el mejoramiento de la alimentación de las masas, en el desarrollo de los comedores colectivos, que actualmente están cobrando tan amplias proporciones en Petrogrado. Tales son los campos de actividad en que adquiere verdadera importancia organizativa la participación de las mujeres trabajadoras. Su participación es también necesaria en la organización de las grandes empresas experimentales y en su cuidado, de modo tal que dichas empresas no sean en el país casos aislados. Si no participan en ella gran número de trabajadoras, estas empresas serán irrealizables. La mujer trabajadora puede abordar estos problemas supervisando la distribución de los productos y velando por que éstos se obtengan con mayor facilidad. Es esta una tarea plenamente accesible a las mujeres trabajadoras sin partido, y su realización contribuirá más que ninguna otra cosa al afianzamiento de la sociedad socialista. Después de haber suprimido la propiedad privada sobre la tierra y abolido casi totalmente la propiedad privada en las fábricas y empresas industriales, el poder soviético aspira a que todos los trabajadores, no solo los del partido, sino también los sin partido, y no solo los hombres sino también las mujeres, tomen parte activa en la obra de la construcción económica. Esta obra, ya iniciada por el poder soviético, solo podrá llevarse adelante cuando tomen parte en ella en toda Rusia, en lugar de algunos centenares, millones y millones de mujeres. Entonces podremos estar seguros de que la construcción del socialismo se habrá afianzado. Entonces la obra de la construcción del socialismo en Rusia descansará sobre fundamentos tan firmes, que no habrá enemigo exterior ni interior dentro del país, capaz de asustar a la Rusia soviética. V. I. Lenin
Una gran iniciativa(extracto) Tómese la situación de la mujer. Ningún partido democrático del mundo, ni en las repúblicas burguesas más avanzadas, ha hecho en este sentido, en decenas de años, ni la centésima parte de lo que realizamos nosotros en el primer año de ejercicio del poder. No hemos dejado, en el verdadero sentido de la palabra, piedra sobre piedra de las ignominiosas leyes que establecían la inferioridad jurídica de la mujer, que ponían trabas al divorcio, que lo sometían a odiosos requisitos, que proclamaban la ilegitimidad de los hijos naturales, la investigación de la paternidad, etc. Los vestigios de estas leyes se mantienen en gran número en todos los países civilizados, para vergüenza de la burguesía y del capitalismo. Nosotros tenemos una y mil veces razón para sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho en este terreno. Pero cuanto más nos desembarazamos del fárrago de las viejas leyes e instituciones burguesas, vamos viendo con mayor claridad que no hemos hecho otra cosa que desbrozar el terreno para empezar a construir, pero que la construcción aun no ha comenzado. A pesar de todas las leyes de emancipación femenina, la mujer sigue siendo una esclava del hogar, porque las pequeñas tareas domésticas la agobian, la asfixian, la embrutecen y la rebajan, la atan a la cocina y a los hijos, y malgastan sus esfuerzos en faenas terriblemente improductivas, mezquinas, que desgastan los nervios, embrutecedoras y agotadoras. La verdadera emancipación de la mujer, el verdadero comunismo, solo comenzará donde y cuando comience una lucha total (dirigida por el proletariado que tiene el poder) contra esa pequeña economía doméstica o, más exactamente, cuando comience su transformación general en una gran economía socialista. ¿Acaso concedemos, en la práctica, suficiente atención a este problema, que en teoría todo comunista considera indiscutible? Por cierto que no. ¿Dedicamos el debido interés a los brotes de comunismo que ya existen en esta esfera? No, y mil veces no. Los comedores públicos, las casas-cuna, los jardines de infantes; he aquí algunos ejemplos de esos brotes, he aquí los medios sencillos, ordinarios, sin pompa, sin elocuencia ni solemnidad, que realmente pueden emancipar a la mujer, disminuir y suprimir su desigualdad respecto del hombre, en lo que se refiere a su papel en la producción y en la vida social. Estos medios no son nuevos. Fueron creados (como todas las premisas materiales del socialismo) por el gran capitalismo; pero bajo el capitalismo eran, en primer lugar, casos aislados, y en segundo lugar-cosa muy importante-, se trataba, o bien de empresas comerciales con todas las peores características de la especulación, el lucro, el fraude y el engaño, o bien de “acrobacias de beneficencia burguesa”, con toda razón odiadas y despreciadas por los mejores obreros. No cabe duda de que el número de estas instituciones en nuestro país ha aumentado enormemente y que comienzan a cambiar de carácter. No cabe duda de que tenemos, entre las obreras y las campesinas, mucho más talento organizador de lo que parece; tenemos muchas más mujeres de las que imaginamos que pueden organizar tareas prácticas, con la cooperación de gran número de trabajadores y de una cantidad mucho mayor de interesados, sin tantas palabras, sin tanta alharaca, sin tantas discusiones y sin tanta charla sobre planes, sistemas, etc., cosa a la que “se inclina” nuestra presuntuosa “intelectualidad” o los “comunistas” inmaduros. Pero nosotros no cuidamos como debiéramos estos brotes de lo nuevo. Fíjense en la burguesía. ¡Qué bien sabe hacer propaganda de lo que a ella le conviene! ¡Cuántos millones de ejemplares de su prensa exaltan las empresas que los capitalistas consideran un “modelo”, y cómo se transforma a las instituciones burguesas “modelo” en objeto de orgullo nacional! En cambio nuestra prensa no se preocupa, o apenas se preocupa, de describir los mejores comedores públicos, las mejores casas-cuna, a fin de que, insistiendo diariamente, se logre transformar a algunos de ellos en establecimientos modelo. No les hace suficiente propaganda, no se refiere, en forma detallada, a la economía de trabajo humano, a los beneficios que prestan a los interesados, al ahorro de productos, a la emancipación de la mujer de la esclavitud doméstica, a los progresos del estado sanitario, que pueden lograrse con un trabajo comunista ejemplar y que es posible hacer extensivos a toda la sociedad, a todos los trabajadores. Clara Zetkin Recuerdos sobre Lenin (extractos) Las tesis deben subrayar con rigor que la verdadera emancipación de la mujer solo es posible a través del comunismo. Es preciso esclarecer profundamente el nexo indisoluble entre la situación de la mujer como persona y miembro de la sociedad y la propiedad privada sobre los medios de producción. Así delimitaremos con toda precisión los campos entre nosotros y el movimiento burgués por la “emancipación de la mujer”. Esto sentará también las bases para examinar el problema femenino como parte del problema social, obrero, y por tanto permitirá vincularlo firmemente con la lucha proletaria de clase y con la revolución. El movimiento comunista femenino debe ser un movimiento de masas, debe ser una parte del movimiento general de masas, no solo del movimiento de los proletarios, sino de todos los explotados y oprimidos, de todas las víctimas del capitalismo. En esto consiste la importancia del movimiento femenino para la lucha de clase del proletariado y para su misión histórica creadora: la organización de la sociedad comunista. (...) Nuestras reivindicaciones se desprenden prácticamente de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que sufre la mujer, débil y desamparada bajo el régimen burgués. Con esto testimoniamos que conocemos estas necesidades, que comprendemos igualmente la opresión de la mujer, que comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos –sí, odiamos– y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la mujer del obrero, a la campesina, a la mujer del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de la clase acomodada. Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no como adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica. (...) Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés. ¿En qué se basa esta posición errónea de nuestras secciones nacionales? (No hablo de la Rusia Soviética.) En definitiva, esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo. Eso es. Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: “Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo”. Naturalmente, es preciso escarbar en el punto sensible: en su sicología con relación a la mujer. ¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hombres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; cómo se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae la voluntad? Naturalmente, no aludo a las damas burguesas, que encomiendan todos los quehaceres domésticos, incluido el cuidado de los niños, a personas asalariadas. Todo lo que digo se refiere a la inmensa mayoría de las mujeres, comprendidas las mujeres de los obreros, aunque se pasen todo el día en la fábrica y ganen su salario. Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar “a la mujer en su trabajo”. No lo hacen, por considerarlo reñido con “el derecho y la dignidad del marido”. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada: el atraso de la mujer, su incomprensión de los ideales revolucionarios del marido debilitan el entusiasmo de este y su decisión de luchar. Estos son los pequeños gusanos que corroen y minan las energías de modo imperceptible y lento, pero seguro. Conozco la vida de los obreros, y no solo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas –hombres y mujeres– que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del partido entre las trabajadoras.
Pasajes del libro Recuerdos sobre Lenin de la dirigente comunista alemana Clara Zetkin, una entrevista que ella le hizo en Moscú en el otoño de 1920.
Lenin sobre la Cuestión de la MujerLos siguientes pasajes son del libro Recuerdos sobre Lenin de Clara Zetkin, una entrevista que ella le hizo en Moscú en el otoño de 1920. Reimpreso de Lenin, La emancipación de la mujer, Editorial Progreso, Moscú, 1971.“Por eso es totalmente justo que presentemos reivindicaciones en favor de la mujer. Esto no es un programa mínimo, no es un programa de reformas en el espíritu socialdemócrata, en el espíritu de la II Internacional. Esto no es el reconocimiento de que creamos en la eternidad o al menos en una existencia prolongada de la burguesía y de su Estado. Tampoco es un intento de apaciguar a las masas femeninas con reformas y desviarlas de la lucha revolucionaria. Esto no tiene nada de común con las supercherías reformistas. Nuestras reivindicaciones se desprenden prácticamente de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que sufre la mujer, débil y desamparada bajo el régimen burgués. Con esto testimoniamos que conocemos estas necesidades, que comprendemos igualmente la opresión de la mujer, que comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos —sí, odiamos— y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la esposa del obrero, a la campesina, a la esposa del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de la clase acomodada. Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no con adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica”. Aseguré a Lenin que compartía su punto de vista, pero que, indudablemente, este punto de vista encontraría resistencia. Mentes inseguras y medrosas lo rechazarían como “oportunismo peligroso”. Tampoco se debe negar que nuestras actuales reivindicaciones para la mujer pueden ser comprendidas e interpretadas equivocadamente. “¡Qué le vamos a hacer!”, exclamó Lenin, algo irritado. “Este peligro se extiende a todo cuanto decimos y hacemos. Si por temor a él vamos a abstenernos de actos convenientes y necesarios, podemos convertirnos sencillamente en místicos contemplativos indios. ¡Nada de moverse, nada de moverse, no sea que caigamos desde la altura de nuestros principios! En nuestro caso no se trata sólo de lo que exijamos, sino de cómo hagamos esto. Yo creo que lo he subrayado con suficiente claridad. Como es lógico, en nuestra propaganda no debemos repasar en actitud orante las cuentas del rosario de nuestras reivindicaciones para la mujer. No, en dependencia de las condiciones existentes debemos luchar ora por unas reivindicaciones, ora por otras, luchar, naturalmente, siempre en relación con los intereses generales del proletariado. “Como es lógico, cada combate nos pone en contradicción con la honorable camarilla burguesa y sus no menos honorables lacayos reformistas. Ello obliga a estos últimos bien a luchar a nuestro lado, bajo nuestra dirección —cosa que ellos no quieren—, bien a quitarse la máscara. Por tanto, la lucha hace que nos destaquemos con relieve, pone de manifiesto nuestro perfil comunista. La lucha nos granjea la confianza de las amplias masas femeninas, que se sienten explotadas, esclavizadas, agobiadas por el dominio del hombre, por el poder de los patrones y por toda la sociedad burguesa en su conjunto. Las trabajadoras, traicionadas y abandonadas por todos, comienzan a comprender que deben luchar junto con nosotros. ¿Debemos aún persuadirnos unos a otros de que la lucha por los derechos de la mujer tiene que estar vinculada con el objetivo fundamental: con la conquista del Poder y la instauración de la dictadura del proletariado? Esto es para nosotros en los momentos actuales y seguirá siendo la esencia. Esto es claro, completamente claro. Pero las amplias masas femeninas trabajadoras y populares no sentirán el anhelo irresistible de compartir con nosotros la lucha por el Poder del Estado si siempre trompeteamos exigiendo esta sola reivindicación, aunque sea con las trompetas de Jericó. ¡No, no! También en la conciencia de las masas femeninas debemos vincular políticamente nuestro llamamiento con los sufrimientos, las necesidades y los deseos de las trabajadoras. Estas deben saber que la dictadura proletaria significa para ellas la plena igualdad de derechos con el hombre tanto ante la ley como en la práctica, en la familia, en el Estado y en la sociedad, así como también el derrocamiento del poder de la burguesía”.“¡La Rusia Soviética está demostrando esto”, exclamé, “y nos servirá de gran ejemplo!”Lenin prosiguió:“La Rusia Soviética plantea nuestras reivindicaciones para la mujer bajo un aspecto nuevo. En la dictadura del proletariado esas reivindicaciones ya no son objeto de lucha entre el proletariado y la burguesía, sino que son ladrillos para la edificación de la sociedad comunista. Esto muestra a las mujeres de más allá de nuestras fronteras la importancia decisiva de la conquista del Poder por el proletariado. La diferencia entre su situación aquí y allí debe ser establecida con precisión, para que ustedes puedan contar con las masas femeninas en la lucha de clase revolucionaria del proletariado. Saber movilizarlas con una clara comprensión de los principios y sobre una firme base organizativa, es cuestión de la que dependen la vida y la victoria del Partido Comunista. Pero no debemos engañarnos. En nuestras secciones nacionales no existe todavía una comprensión cabal de este problema. Nuestras secciones nacionales mantienen una actitud pasiva y expectante ante la tarea de crear bajo la dirección comunista un movimiento de masas de las trabajadoras. No comprenden que desplegar ese movimiento de masas y dirigirlo constituye una parte muy importante de toda la actividad del Partido, incluso la mitad del trabajo general del Partido. El reconocimiento, a veces, de la necesidad y del valor de un potente movimiento femenino comunista, que tenga ante sí un objetivo claro, es un reconocimiento platónico de palabra, y no una preocupación y un deber constantes del Partido.“Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés. ¿En qué se basa esta posición errónea de nuestras secciones nacionales? (No hablo de la Rusia Soviética.) En definitiva, esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo. Eso es. Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: `Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo'. Naturalmente, es preciso escarbar en el punto sensible: en su psicología con relación a la mujer. ¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hombres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; cómo se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae la voluntad? Naturalmente, no aludo a las damas burguesas, que encomiendan todos los quehaceres domésticos, incluido el cuidado de los niños, a personas asalariadas. Todo lo que digo se refiere a la inmensa mayoría de las mujeres, comprendidas las mujeres de los obreros, aunque se pasen todo el día en la fábrica y ganen su salario.“Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar `a la mujer en su trabajo'. No lo hacen, por considerarlo reñido con `el derecho y la dignidad del marido'. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada.... Conozco la vida de los obreros, y no sólo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el Partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas —hombres y mujeres— que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del Partido entre las trabajadoras”.A mi pregunta sobre las condiciones existentes en la Rusia Soviética, Lenin contestó:“El Gobierno de la dictadura del proletariado, en alianza, naturalmente, con el Partido Comunista y los sindicatos, hace todos los esfuerzos necesarios para superar las concepciones atrasadas de los hombres y las mujeres y acabar así como la base de la vieja psicología no comunista. Huelga decir que se ha efectuado la plena igualdad de derechos del hombre y la mujer en la legislación. En todas las esferas se observa un deseo sincero de llevar a la práctica esta igualdad. Estamos incorporando a las mujeres al trabajo en la economía soviética, en los organismos administrativos, en la legislación y en la labor del gobierno. Les estamos abriendo las puertas de todos los cursos y centros docentes para elevar su preparación profesional y social. Estamos creando diversos establecimientos públicos: cocinas y comedores, lavaderos y talleres de reparación, casas-cuna, jardines de niños, orfanatos y todo género de establecimientos educativos. En una palabra, estamos aplicando de verdad la reivindicación de nuestro programa de transmitir las funciones económicas y educativas de la vida doméstica individual a la sociedad. De este modo, la mujer es liberada de la vieja esclavitud doméstica y de toda dependencia del marido. Se le brinda la plena posibilidad de actuar en la sociedad de acuerdo con sus capacidades e inclinaciones. En cuanto a los niños, se les ofrecen condiciones más favorables para su desarrollo que las que pudieran tener en casa. En nuestro país existe la legislación más avanzada del mundo en lo que atañe a la protección del trabajo femenino. Delegados de los obreros organizados la llevan a la práctica. Estamos organizando casas de maternidad, casas para la madre y el niño, consultorios para las madres, organizamos cursos para aprender a cuidar a los niños de pecho y de corta edad, exposiciones sobre la protección de la maternidad y de la infancia, etc. Hacemos los mayores esfuerzos para satisfacer las necesidades de la mujeres cuya situación material no está asegurada y de las trabajadoras en paro forzoso. “Sabemos muy bien que todo esto es todavía poco en comparación con las necesidades de las masas femeninas trabajadoras, que esto es aún completamente insuficiente para su efectiva emancipación. Pero esto representa un paso gigantesco hacia adelante con respecto a lo que existía en la Rusia zarista, capitalista. Esto es incluso mucho en comparación con lo que se hace allí donde el capitalismo ejerce aún su dominio absoluto. Este es un buen comienzo. El rumbo es acertado, y lo seguiremos de manera consecuente, con toda nuestra energía. Ustedes, en el extranjero, pueden estar seguros de ello. Cada día de existencia del Estado soviético nos hace ver con más claridad que no avanzaremos sin la participación de millones de mujeres. Figúrese lo que esto significa en un país donde el 80% de la población por lo menos, son campesinos. La pequeña hacienda campesina significa la economía doméstica individual y el sometimiento de la mujer a ella. En este sentido, la situación será para ustedes mucho mejor, las cosas les serán más fáciles que a nosotros, naturalmente, a condición de que vuestras masas proletarias tomen conciencia de su madurez histórica objetiva para la conquista del Poder, para la revolución. No desesperemos. Nuestras fuerzas crecen junto con las dificultades. La necesidad práctica hará que encontremos nuevos caminos en lo que se refiere a la emancipación de las masas femeninas. Unida al Estado soviético la solidaridad fraternal llevará a cabo grandes empresas. Naturalmente, la solidaridad fraternal en el sentido comunista, y no en el sentido burgués en que la predican los reformistas, cuyo entusiasmo revolucionario se ha evaporado como un vinagre barato. A la par de la solidaridad fraternal debe manifestarse la iniciativa personal, que se transforma en actividad colectiva y se funde con ella. Bajo la dictadura del proletariado, la emancipación de la mujer mediante la realización del comunismo tendrá lugar también en el campo. En este sentido, cifro todas mis esperanzas en la electrificación de nuestra industria y de nuestra agricultura. ¡Esta es una obra grandiosa! Las dificultades que ofrece son grandes, gigantescas. Para remontarlas es necesario desplegar y educar las poderosas fuerzas de las masas. Millones de mujeres deben participar en esto”.Durante los diez minutos últimos llamaron dos veces a la puerta, pero Lenin continuó hablando. Al llegar aquí, abrió la puerta y dijo en voz alta:“¡Ahora voy!”...Lenin me ayudó a ponerme el abrigo:“Debía usted abrigarse mejor”, me dijo preocupado. “Moscú no es Stuttgart. Hay que mirar por usted. No se enfríe. Hasta la vista”.Me estrechó fuertemente la mano.--------------------------- Lenin-Zetkin La mujerPresentaciónEn una carta a Ludwig Kugelmann”, del 12 de diciembre de 1868, Carlos Marx le decía: “ Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino.” La importancia del movimiento de mujeres ha sido una constante de los grandes maestros del marxismo. Al respecto, también escribió Mao Tsetung: “La emancipación de la mujer trabajadora es inseparable de la victoria de su clase entera. Logrará su verdadera emancipación solo cuando sea victoriosa su clase. (...) La mujer representa la mitad de la población. La condición económica de la mujer trabajadora y la opresión que padece, como nadie, demuestra que la mujer necesita urgentemente la revolución, y que es una fuerza que ha de determinar la victoria o la derrota de la revolución. (...) Cuando las mujeres se levanten por todo el país, será el día de la victoria de la revolución China.” ( Aquí reproducimos un discurso de Lenin pronunciado en una conferencia de trabajadoras sin partido, realizada en Moscú el 23 de setiembre de 1919, en la Rusia cercada e invadida entonces por las fuerzas imperialistas, que buscaban derrocar el poder de los trabajadores instaurado en 1917. También reproducimos el extracto referido al tema de su artículo “Una gran iniciativa”, del 28 de junio de 1919, y extractos de las opiniones que Lenin le diera en 1920 a Clara Zetkin, quien tenía el encargo de redactar las tesis sobre la tarea de los comunistas entre las mujeres para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista. V. I. Lenin Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética 23 de septiembre de 1919Querría decir algunas palabras acerca de las tareas generales del movimiento obrero femenino en la República Soviética, tanto de las que guardan relación con el paso al socialismo en general, como de las que ahora se destacan en primer plano con una fuerza especial. El problema de la situación de la mujer, camaradas, ha sido planteado por el poder soviético desde el primer momento. Me parece que la tarea de todo Estado obrero en su paso al socialismo tiene un doble carácter. La primera parte de esta tarea es relativamente fácil y sencilla. Se refiere a las viejas leyes que colocaban a la mujer en una situación de inferioridad jurídica con respecto al hombre. Desde hace mucho tiempo, los representantes de todos los movimientos emancipadores de Europa occidental formularon a lo largo, no ya de décadas, sino de siglos, la reivindicación de abolir las leyes caducas y de equiparar legalmente la mujer al hombre, pero sin que ni uno solo de los países democráticos europeos, ni una sola de las repúblicas más adelantadas, lograse realizarlo; porque allí donde existe el capitalismo, donde se mantiene en pie la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas y plantas industriales, donde persiste el poder del capital, siguen conservando los hombres los privilegios. Y si en Rusia fue posible lograr aquel anhelo, se debió a que el 25 de octubre de 1917 se implantó en nuestro país el poder obrero. El poder soviético se planteó desde el primer momento el objetivo de ser el poder de los trabajadores, enemigo de toda explotación. Se señaló la tarea de acabar con toda posibilidad de explotación de los trabajadores por parte de los terratenientes y capitalistas, de liquidar la dominación del capital. El poder soviético se propuso como objetivo lograr que los trabajadores construyan su propia vida sin propiedad privada sobre la tierra, sin propiedad privada sobre las fábricas y plantas industriales, sin esa propiedad privada que en todas partes, en el mundo entero, incluso bajo el régimen de plena libertad política, incluso en las repúblicas más democráticas, coloca de hecho a los trabajadores en condiciones de miseria y esclavitud asalariada, y a la mujer bajo una doble esclavitud. El poder soviético, como poder de los trabajadores, implantó legislativamente, ya durante los primeros meses de su existencia, los cambios más radicales con respecto a la mujer. La República Soviética no dejó piedra sobre piedra de las leyes que colocaban a la mujer en una situación de sometimiento. Y al decir esto me refiero en particular a las leyes que aprovechaban especialmente la situación más débil de la mujer, para privarla de derechos y colocarla con frecuencia en condiciones humillantes; es decir, a las leyes sobre el divorcio, los hijos ilegítimos y el derecho de la mujer a demandar judicialmente al padre del niño para que asegure su sustento. Es precisamente en este campo, hay que decirlo, donde la legislación burguesa, incluso en los países más adelantados, se aprovecha de la situación de mayor debilidad de la mujer, para privarla de derechos y humillarla. Pues bien, el poder soviético, en este terreno, no ha dejado ni la sombra de las viejas leyes, leyes injustas e intolerables para los representantes de las masas trabajadoras. Y hoy podemos afirmar con todo orgullo y sin ninguna clase de exageración, que fuera de la Rusia soviética no hay país alguno en el mundo en que la mujer goce de plenitud de derechos y se halle libre de esas condiciones humillantes que resaltan de modo particularmente sensible en la vida cotidiana y familiar. Ha sido esta una de las primeras y más importantes tareas que hemos abordado. Si tienen ustedes la oportunidad de tomar contacto con partidos enemigos de los bolcheviques, o llegan a sus manos periódicos editados en ruso en los territorios ocupados por Kolchak o Denikin, o hablan con quienes apoyan los puntos de vista defendidos por estos periódicos, escucharán o leerán la acusación dirigida contra el poder soviético de que ha atentado contra la democracia. A nosotros, representantes del poder soviético, bolcheviques comunistas y partidarios de este poder, se nos acusa constantemente de haber atentado contra la democracia, y en apoyo de esta afirmación se alega que el poder soviético ha disuelto la Asamblea Constituyente. Solemos contestar a esta acusación del modo siguiente: esa democracia y esa Asamblea Constituyente que surgieron bajo el régimen de la propiedad privada sobre la tierra, cuando los hombres no eran iguales entre sí, cuando quienes poseían un capital propio eran los dueños y los demás eran trabajadores esclavos asalariados a su servicio; esa democracia para nosotros no vale nada. Semejante democracia no es, hasta en los Estados más adelantados, otra cosa que un modo de encubrir la esclavitud. Nosotros, socialistas, somos partidarios de la democracia solo en la medida en que hace menos penosas las condiciones de vida de los trabajadores y los oprimidos. El socialismo se propone, en el mundo entero, luchar contra toda explotación del hombre por el hombre. Para nosotros solo tiene un significado auténtico la democracia que sirve a los explotados, a quienes se hallan colocados en situación de desigualdad. Privar de derechos electorales a quienes no trabajan, es implantar la verdadera igualdad entre los hombres. Quien no trabaja no debe comer. En respuesta a tales acusaciones, señalamos que hay que preguntarse como se realiza la democracia en tales o cuales Estados. En todas las repúblicas democráticas vemos como se proclama la igual, pero también como en las leyes civiles y en las que se refieren a los derechos de la mujer, a su situación en la familia, al divorcio, a cada paso la mujer se halla en una situación de inferioridad y humillación, y decimos que esto sí es un atentado contra la democracia, y precisamente contra los oprimidos. El poder soviético realizó la democracia más que ningún otro país, incluyendo a los más adelantados, al no dejar en sus leyes ni el menor vestigio de la desigualdad de la mujer. Repito que ni un solo Estado, ni una sola legislación democrática, hicieron por la mujer ni la mitad de lo que hizo el poder soviético ya en los primeros meses de su existencia. Claro está que las leyes por sí solas no bastan, y en modo alguno nos damos por satisfechos con nuestros decretos. Pero en el terreno de la legislación hemos hecho cuanto de nosotros dependía para equiparar la situación de la mujer a la del hombre, y podemos enorgullecernos de ello con todo derecho. Actualmente, la situación de la mujer en la Rusia soviética es tal, que sen la puede considerar ideal, incluso desde el punto de vista de los Estados más adelantados. Sin embargo, decimos que no es, por supuesto, más que el comienzo. Todavía la situación de la mujer sigue siendo penosa debido a sus tareas domésticas. Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la mujer ocupará el mismo lugar que el hombre. Claro está que aquí no hablamos de igualar a la mujer con el hombre en lo que se refiere a la productividad del trabajo, la cantidad de trabajo, la duración de la jornada, las condiciones de trabajo, etc.; sostenemos que la mujer no debe, a diferencia del hombre, ser oprimida a causa de su posición en el hogar. Todas ustedes saben que incluso cuando las mujeres gozan de plenos derechos, en la práctica siguen esclavizadas, porque todas las tareas domésticas pesan sobre ellas. En la mayoría de los casos las tareas domésticas son el trabajo más improductivo, más embrutecedor y más arduo que pueda hacer una mujer. Es un trabajo extraordinariamente mezquino y no incluye nada que de algún modo pueda contribuir al desarrollo de la mujer. En la búsqueda del ideal socialista, luchamos por la realización total del socialismo, y en este camino se abre un amplio campo de acción para la mujer. Nos disponemos ahora a emprender concretamente la tarea de desbrozar el terreno para la construcción del socialismo, y la edificación de la sociedad socialista solo comienza allí donde, después de haber logrado la igualdad completa de la mujer, abordamos las nuevas labores junto a ella, libre y de esas faenas mezquinas, embrutecedoras e improductivas. Y estas labores nos ocuparán durante muchos, muchísimos años. Esta tarea no puede rendir resultados rápidos ni traducirse en efectos brillantes. Creamos instituciones modelo, comedores colectivos y casas cuna, para liberar a la mujer de las faenas domésticas. Y es precisamente a las mujeres a quienes corresponden en primer lugar los trabajos relacionados con la organización de estas instituciones. Es preciso reconocer que Rusia cuenta todavía con muy pocas instituciones de este tipo que ayuden a la mujer a liberarse de su papel de esclava doméstica. Funcionan un número realmente insignificante de instituciones de esta clase, y las condiciones en que en la actualidad se halla la República Soviética –tanto en el terreno militar como en lo tocante a abastecimientos, de los que ya les han hablado aquí en detalle otros camaradas– entorpecen nuestra labor en este sentido. Debemos decir, sin embargo, que esta clase de instituciones, que liberan a la mujer de su papel de esclava del hogar, están surgiendo donde existe la más pequeña posibilidad para ello. Decimos que la emancipación de los obreros debe ser lograda por los obreros mismos, y ocurre otro tanto con la emancipación de las mujeres trabajadoras: debe ser fruto de su propio esfuerzo. Las trabajadoras deben preocuparse de desarrollar las instituciones a que nos referimos, y esta actividad de la mujer conducirá a hacer cambiar radicalmente la situación que ocupaba en la sociedad capitalista. Para poder intervenir en política, en el viejo régimen, capitalista, se requería una preparación especial, de modo que el papel de las mujeres en la vida política era insignificante incluso en los países capitalistas más avanzados y libres. Nuestra tarea es lograr que la política sea accesible a toda mujer trabajadora. Desde el momento en que fue abolida la propiedad privada de la tierra y de las fábricas, y derrocado el poder de los terratenientes y capitalistas, las tareas políticas se volvieron sencillas, claras y comprensibles para todos los trabajadores, incluyendo a las mujeres trabajadoras. En la sociedad capitalista la situación de la mujer se caracteriza por una desigualdad tal, que su participación en política solo representa una mínima parte de la del hombre. Para que se produzca un cambio en esta situación es necesario el poder de los trabajadores, pues entonces las principales tareas de la política consistirán en asuntos directamente relacionados con el destino de los trabajadores mismos. Y en este punto se debe contar con la participación de las mujeres trabajadoras, no solo las del partido, las que tiene un grado elevado de conciencia, sino también las sin partido y las menos concientes. El poder soviético abre aquí un amplio campo de actividades para la mujer trabajadora. Hemos tenido que luchar muy duramente contra las fuerzas enemigas de la Rusia soviética, que han lanzado una campaña contra ella. La lucha fue dura, tanto en el terreno militar, frente a las fuerzas que desencadenan la guerra contra el poder de los trabajadores, como en el terreno del abastecimiento, contra los especuladores, pues no disponemos de un número suficiente de hombres, de trabajadores, que nos ayuden por todos los medios con su propio trabajo. Y en esto nada puede apreciar tanto el poder soviético como la ayuda de la amplia masa de las mujeres trabajadoras sin partido. Que no olviden ellas que quizás, en la vieja sociedad burguesa, la actividad política requería una complicada preparación, fuera del alcance de la mujer. Pero la actividad política de la República Soviética plantea como tarea fundamental la lucha contra los terratenientes y capitalistas, la lucha por acabar con la explotación, razón por la cual la República Soviética abre las puertas de la actividad política a la mujer trabajadora, para que ésta, con su capacidad organizativa, ayude al hombre. No solo necesitamos un trabajo organizativo en escala de millones. Necesitamos asimismo organizar en escala más pequeña, que dé también la posibilidad de trabajar a las mujeres. La mujer puede trabajar también bajo las condiciones de guerra, en labores relacionadas con la ayuda al ejército y la agitación dentro del mismo. Debe tomar parte activa en todas estas tareas, para que el Ejército Rojo vea que velan por él, que se preocupan por él. Y puede trabajar asimismo en el abastecimiento, en la distribución de los productos y en el mejoramiento de la alimentación de las masas, en el desarrollo de los comedores colectivos, que actualmente están cobrando tan amplias proporciones en Petrogrado. Tales son los campos de actividad en que adquiere verdadera importancia organizativa la participación de las mujeres trabajadoras. Su participación es también necesaria en la organización de las grandes empresas experimentales y en su cuidado, de modo tal que dichas empresas no sean en el país casos aislados. Si no participan en ella gran número de trabajadoras, estas empresas serán irrealizables. La mujer trabajadora puede abordar estos problemas supervisando la distribución de los productos y velando por que éstos se obtengan con mayor facilidad. Es esta una tarea plenamente accesible a las mujeres trabajadoras sin partido, y su realización contribuirá más que ninguna otra cosa al afianzamiento de la sociedad socialista. Después de haber suprimido la propiedad privada sobre la tierra y abolido casi totalmente la propiedad privada en las fábricas y empresas industriales, el poder soviético aspira a que todos los trabajadores, no solo los del partido, sino también los sin partido, y no solo los hombres sino también las mujeres, tomen parte activa en la obra de la construcción económica. Esta obra, ya iniciada por el poder soviético, solo podrá llevarse adelante cuando tomen parte en ella en toda Rusia, en lugar de algunos centenares, millones y millones de mujeres. Entonces podremos estar seguros de que la construcción del socialismo se habrá afianzado. Entonces la obra de la construcción del socialismo en Rusia descansará sobre fundamentos tan firmes, que no habrá enemigo exterior ni interior dentro del país, capaz de asustar a la Rusia soviética. V. I. Lenin
Una gran iniciativa(extracto) Tómese la situación de la mujer. Ningún partido democrático del mundo, ni en las repúblicas burguesas más avanzadas, ha hecho en este sentido, en decenas de años, ni la centésima parte de lo que realizamos nosotros en el primer año de ejercicio del poder. No hemos dejado, en el verdadero sentido de la palabra, piedra sobre piedra de las ignominiosas leyes que establecían la inferioridad jurídica de la mujer, que ponían trabas al divorcio, que lo sometían a odiosos requisitos, que proclamaban la ilegitimidad de los hijos naturales, la investigación de la paternidad, etc. Los vestigios de estas leyes se mantienen en gran número en todos los países civilizados, para vergüenza de la burguesía y del capitalismo. Nosotros tenemos una y mil veces razón para sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho en este terreno. Pero cuanto más nos desembarazamos del fárrago de las viejas leyes e instituciones burguesas, vamos viendo con mayor claridad que no hemos hecho otra cosa que desbrozar el terreno para empezar a construir, pero que la construcción aun no ha comenzado. A pesar de todas las leyes de emancipación femenina, la mujer sigue siendo una esclava del hogar, porque las pequeñas tareas domésticas la agobian, la asfixian, la embrutecen y la rebajan, la atan a la cocina y a los hijos, y malgastan sus esfuerzos en faenas terriblemente improductivas, mezquinas, que desgastan los nervios, embrutecedoras y agotadoras. La verdadera emancipación de la mujer, el verdadero comunismo, solo comenzará donde y cuando comience una lucha total (dirigida por el proletariado que tiene el poder) contra esa pequeña economía doméstica o, más exactamente, cuando comience su transformación general en una gran economía socialista. ¿Acaso concedemos, en la práctica, suficiente atención a este problema, que en teoría todo comunista considera indiscutible? Por cierto que no. ¿Dedicamos el debido interés a los brotes de comunismo que ya existen en esta esfera? No, y mil veces no. Los comedores públicos, las casas-cuna, los jardines de infantes; he aquí algunos ejemplos de esos brotes, he aquí los medios sencillos, ordinarios, sin pompa, sin elocuencia ni solemnidad, que realmente pueden emancipar a la mujer, disminuir y suprimir su desigualdad respecto del hombre, en lo que se refiere a su papel en la producción y en la vida social. Estos medios no son nuevos. Fueron creados (como todas las premisas materiales del socialismo) por el gran capitalismo; pero bajo el capitalismo eran, en primer lugar, casos aislados, y en segundo lugar-cosa muy importante-, se trataba, o bien de empresas comerciales con todas las peores características de la especulación, el lucro, el fraude y el engaño, o bien de “acrobacias de beneficencia burguesa”, con toda razón odiadas y despreciadas por los mejores obreros. No cabe duda de que el número de estas instituciones en nuestro país ha aumentado enormemente y que comienzan a cambiar de carácter. No cabe duda de que tenemos, entre las obreras y las campesinas, mucho más talento organizador de lo que parece; tenemos muchas más mujeres de las que imaginamos que pueden organizar tareas prácticas, con la cooperación de gran número de trabajadores y de una cantidad mucho mayor de interesados, sin tantas palabras, sin tanta alharaca, sin tantas discusiones y sin tanta charla sobre planes, sistemas, etc., cosa a la que “se inclina” nuestra presuntuosa “intelectualidad” o los “comunistas” inmaduros. Pero nosotros no cuidamos como debiéramos estos brotes de lo nuevo. Fíjense en la burguesía. ¡Qué bien sabe hacer propaganda de lo que a ella le conviene! ¡Cuántos millones de ejemplares de su prensa exaltan las empresas que los capitalistas consideran un “modelo”, y cómo se transforma a las instituciones burguesas “modelo” en objeto de orgullo nacional! En cambio nuestra prensa no se preocupa, o apenas se preocupa, de describir los mejores comedores públicos, las mejores casas-cuna, a fin de que, insistiendo diariamente, se logre transformar a algunos de ellos en establecimientos modelo. No les hace suficiente propaganda, no se refiere, en forma detallada, a la economía de trabajo humano, a los beneficios que prestan a los interesados, al ahorro de productos, a la emancipación de la mujer de la esclavitud doméstica, a los progresos del estado sanitario, que pueden lograrse con un trabajo comunista ejemplar y que es posible hacer extensivos a toda la sociedad, a todos los trabajadores. Clara Zetkin Recuerdos sobre Lenin (extractos) Las tesis deben subrayar con rigor que la verdadera emancipación de la mujer solo es posible a través del comunismo. Es preciso esclarecer profundamente el nexo indisoluble entre la situación de la mujer como persona y miembro de la sociedad y la propiedad privada sobre los medios de producción. Así delimitaremos con toda precisión los campos entre nosotros y el movimiento burgués por la “emancipación de la mujer”. Esto sentará también las bases para examinar el problema femenino como parte del problema social, obrero, y por tanto permitirá vincularlo firmemente con la lucha proletaria de clase y con la revolución. El movimiento comunista femenino debe ser un movimiento de masas, debe ser una parte del movimiento general de masas, no solo del movimiento de los proletarios, sino de todos los explotados y oprimidos, de todas las víctimas del capitalismo. En esto consiste la importancia del movimiento femenino para la lucha de clase del proletariado y para su misión histórica creadora: la organización de la sociedad comunista. (...) Nuestras reivindicaciones se desprenden prácticamente de la tremenda miseria y de las vergonzosas humillaciones que sufre la mujer, débil y desamparada bajo el régimen burgués. Con esto testimoniamos que conocemos estas necesidades, que comprendemos igualmente la opresión de la mujer, que comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos –sí, odiamos– y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la mujer del obrero, a la campesina, a la mujer del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de la clase acomodada. Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no como adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica. (...) Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés. ¿En qué se basa esta posición errónea de nuestras secciones nacionales? (No hablo de la Rusia Soviética.) En definitiva, esto no es otra cosa que una subestimación de la mujer y de su trabajo. Eso es. Lamentablemente, de muchos de nuestros camaradas aún se puede decir: “Escarbad en un comunista y encontraréis a un filisteo”. Naturalmente, es preciso escarbar en el punto sensible: en su sicología con relación a la mujer. ¿Existe prueba más evidente que el hecho de que los hombres vean con calma cómo la mujer se desgasta en el trabajo doméstico, un trabajo menudo, monótono, agotador y que le absorbe el tiempo y las energías; cómo se estrechan sus horizontes, se nubla su inteligencia, se debilita el latir de su corazón y decae la voluntad? Naturalmente, no aludo a las damas burguesas, que encomiendan todos los quehaceres domésticos, incluido el cuidado de los niños, a personas asalariadas. Todo lo que digo se refiere a la inmensa mayoría de las mujeres, comprendidas las mujeres de los obreros, aunque se pasen todo el día en la fábrica y ganen su salario. Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar “a la mujer en su trabajo”. No lo hacen, por considerarlo reñido con “el derecho y la dignidad del marido”. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada: el atraso de la mujer, su incomprensión de los ideales revolucionarios del marido debilitan el entusiasmo de este y su decisión de luchar. Estos son los pequeños gusanos que corroen y minan las energías de modo imperceptible y lento, pero seguro. Conozco la vida de los obreros, y no solo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas –hombres y mujeres– que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del partido entre las trabajadoras.
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